sábado, 6 de agosto de 2016

Con los poros abiertos




      Mi abuelo Félix, que rondaba los 90 años al morir, siempre me decía: "ojalá pudiera tener tu edad otra vez, pero sabiendo lo que sé hoy" Escuchar eso me producía una sensación agridulce. No sé si es la edad o las experiencias que me sacuden a diario pero últimamente tengo la sensación de haber descubierto uno de los secretos de la vida, posiblemente uno de aquellos que él lamentaba no haber puesto en práctica desde joven. 
      Y es que la vida no se explica con palabras, la vida se vive. Con sus malas pasadas, con sus complicaciones, con las agendas apretadas y la falta de aire. Con sus recompensas, sus buenos ratos, las buenas amistades y la piel erizada. 

      Quiero respirar hondo cada instante.
      Quiero atender plenamente a cada momento.

      Tengo los poros de mi piel abiertos al máximo porque no quiero perderme ninguna mirada, ninguna risa, ningún olor, ningún llanto, ningún beso, ningún abrazo.

      Sé que es muy atrevido para mi. 
      Sé que mi corazón de porcelana se romperá mil veces más. 
      Sé que mis pensamientos caóticos se agolparán para advertirme de los mil peligros que corro. 
      Sé que los escucharé y aceptaré el vértigo.

      No quiero que pase mi vida y sentir que he vivido sin estar viva.
      No quiero morir vieja, quiero morir llena.

      Ya os contaré. 
      Gracias por seguir aquí. 

Ilustración del artista uruguayo Corta la Bocha

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