Hace un par de meses que se jubiló y aunque lo estaba deseando desde hacía unos años, a juzgar por la actividad que sigue teniendo no creo que sus piernas lo hayan notado mucho.
Nació en un pueblo de Extremadura de esos en los que a las cuatro de la tarde sólo te cruzas con un gato. Puede ser que mis abuelos fueran los que le inculcaron ese sentimiento de responsabilidad y dedicación al trabajo, ya que desde pequeño se vio obligado a vender el pan sobre un burro por las calles del pueblo y a compaginar sus estudios con jornales en el campo. Su padre prefirió prescindir de él y animarle a que siguiera estudiando fuera del pueblo, a pesar del llanto de mi abuela, que como madre no entendía que su pequeño de nueve años se fuese de casa. Desde entonces no ha parado de trabajar, a un ritmo que sobrepasaba con exceso nuestras necesidades básicas. Eso sí, por muchas horas que pasara trabajando nunca nos ha faltado su buen carácter y el sentimiento de sentirnos queridas.
Ahora empieza una nueva etapa muy bien merecida de su vida que aúna el descanso y la seguridad de que hasta ahora todo ha ido bien y ha cumplido su objetivo incansable en la vida: "que no nos falte de nada".
Gracias papá.
Pero bueno, ¿te has propuesto dejarme sin pañuelos? Mira que soy llorona... ¡Qué hermoso homenaje a tu padre!
ResponderEliminar