lunes, 5 de noviembre de 2012

Paciencia

   


    Si hay una hora en la que consigo amansar al pequeño salvaje es la de dormir. Bueno lo de conseguir es una forma de hablar porque los 60-90 minutos no me los quita nadie. Y es que si no le ayudo a relajarse es imposible que se duerma sin saltar, correr, bajarse de la cama, dar volteretas, lesionarse varias veces... hasta horas intempestivas. Hemos probado de todo. Os aseguro que si la famosa Supernanny fuera su madre no sería ni famosa, ni súper, ni nanny.

    Hace unos días el guapo que vive conmigo (dícese del padre de la criatura de marras) intentó calmarle. A los cinco minutos aparece en la cocina triunfante.
- "¡Ala! ¡Conseguido! Ya encontré la fórmula mágica. Cuando el niño te pida que te quedes tú te haces la loca y sales de la habitación. Sin dudar. Te vas y punto."
- "¿No me digas? ¿Y se queda?" No sé si se me quedó más grande la boca o los ojos en ese momento.
- "Perfectamente. Sin rechistar."
- "¿Y ya se ha dormido?"
- "Supongo, lleva un rato calladito". (A continuación se arrancó con un discurso de esos que comienzan con un Siesquenopuedeser)

    No sé cuanto tiempo pudo pasar: el suficiente como para sacar un lavavajillas, poner otro y hundirme la moral por los suelos. Tras un: "Anda vamos a ver la tele un rato en el sofá" nos vamos al salón y allí que estaba mi criatura, sonriente, descalzo y en pelotapicada (después de regar pijama y pañal por el suelo del pasillo) y más satisfecho que el padre un rato antes. (Confieso que me alegré por primera vez de las fechorías del cachorro). Mi guapo, en ese momento más hundido que yo, musitó un  frustado "Todo tuyo"

    Hombres...

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