Es más bien un intento de reconciliación con mi sexo después de años de lucha.
Femenino singular que dirige mi vida a su antojo desde que me baño en hormonas, impregnando mi forma de relacionarme, mi estado de ánimo y la manera de enfrentarme al mundo.
Sexo débil que se llena de energía cuando en el aire se respiran estrógenos, esos que me hacen subir a unos tacones y pisar fuerte, que me ayudan a ponerme al mundo por montera y sentirme todopoderosa, esos que dan rienda a suelta a mi razón y me dejan ver la realidad tal y como es.
Sexo fuerte que se sumerge en progesterona y se ensancha de arriba abajo, que me revuelve y dispara mis sentimientos, que me distrae y me aturde, me entristece y me enfada, me irrita y me envuelve en un caos.
Y cuando el temporal se calma, emerge él, triunfante como una roca cuando baja la marea. Mi útero. Útero que se retuerce y me retuerce con él. Útero que llora, y lloro con él. Útero que se contrae hasta exprimir mi última gota y derrite mi cuerpo hasta que se desploma agotado tras la lucha. Y duermo y descanso.
Todo pasará.
Volveré a abrir la ventana de par en par y me dará brisa en la cara. Y volveré a empezar.
Y mientras la vida sigue ahí fuera sin importarle cómo me siento. Y a veces llego a todo. Y a veces no.
Cíclica y caótica, enérgica y dispersa, racional y lábil, risueña y llorona,... inevitablemente mujer.
Histérica y mujer.
Vuelve más a menudo....
ResponderEliminar¡Que sorpresa! Para mí ha sido como un regalo de santo :-) Gracias y enhorabuena. Me encanta tu texto, pura prosa poética.
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