Necesito encontrarme con él, y aunque a veces me parece sentirlo en otros lugares, sólo hay un sitio donde sé seguro que estará en su estado más puro. Me encanta adentrarme hasta allí con el coche y en medio de ese mar amarillo apagar el motor, bajarme, abrir la cancela, quitarme la ropa y sumergirme hasta la cintura en el agua helada. Entonces me apoyo en el borde de la alberca y cuando el agua se calma llega él: me envuelve, me acaricia, me asusta...
Sólo allí me encuentro con el más absoluto silencio.
Y cuando me abraza mi mente se eleva y vuela... y me lleva hacia atrás, al pasado, y vuelvo a recordar momentos en el mismo escenario, cuando era una niña, cuando estaban los que ya se fueron. Y el silencio me trae sus voces y mis risas...
Y le doy las gracias.
Sumergo mi cabeza en el agua helada y me escapo de allí sin querer volver al ruido. Pero prometo volver.
Y sé que lo haré... porque necesito encontrarme con él.
¡Qué bonito! Me ha recordado a una poeta extremeña, Ada Salas y su libro "Esto no es el silencio":
ResponderEliminarNo hay nadie
ya lo ves
no hay nada
y sin embargo
esto no es el silencio.